Desconosco a este tipo de chica, a veces frente al espejo, otras ante las repentinas atrocidades que llega a pronunciar. Cuando pienso en esto me pregunto qué habrá sido de la muchachita reaccionaria de la secundaria, ella, sí, ella, la inteligentísima con respuestas agudas, perspicaz y sin faltas de ortografía.
Qué rico se siente recordarse y sentirse como años atrás, cuando a pesar de no serlo, uno se sentía tan bien consigo mismo por sentirse brillante, ¡sí! antes, cuando quizás no era aún tan observadora pero sí altamente crítica; o como cuando tenía una respuesta llena de maravillas que dejaban a mis hormonales amigos sin palabra alguna después de la mía, y en fin... Pues fue esa sensación tan rica la que hizo que derepente el llanto de niña malcriada que tuve hace unas horas fuera tan reconfortante. Claro, en cierto sentido sí. Fue algo tan similar al acto inconciente de acurrucarse en los brazos de alguien en posición fetal buscando la tranquilidad absoluta que en momentos desbordantes lleva a uno a acomodarse de tan sobrecogedora forma.
Me perturba no saber. Podría decir, en otros terminos, que la ignorancia me llena de infinitas ansiedades.
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