domingo, noviembre 01, 2009


Un beso fue el desencadenante de todo aquel deseo adormecido en ambas, las manos recorrían su cuerpo finamente tallado mientras la otra revolvía su cabello con desesperación. La curva de caderas, los senos perfectos y los movimientos acompazados fueron tímidamente acoplándose a la comprensión de su totalidad. ¿Quién las puede culpar?

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